
«Escrito por Mónica Caruso«
Me gusta imaginar el acto de «dar» como un espiral en movimiento, donde el conocimiento, las experiencias y los saberes fluyen de manera natural, única y mágica. Es un ciclo infinito en el que todo lo que entregamos regresa a nosotros de formas inesperadas, a menudo multiplicado.
Nuestra manera de aprender y evolucionar, sin importar la edad, se basa en compartir, en abrirnos al otro y al mundo. Ayudar y tender una mano es, en esencia, una manifestación de ese mismo crecimiento. No hay separación entre lo que damos y lo que recibimos; todo forma parte del mismo camino de aprendizaje y conexión.
Aún hay quienes temen acercarse a la competencia, preocupados por la posibilidad de que les quiten una idea, un método o un recurso valioso. Sin embargo, ¿qué pasaría si en lugar de verlo como una amenaza, lo viéramos como una oportunidad? Un acercamiento puede ser un intercambio enriquecedor, una puerta abierta a posibilidades que jamás habíamos considerado.
Personalmente, nunca mido lo que entrego al mundo. No me detengo a calcular riesgos ni a proteger lo que sé con recelo. Para mí, el valor de dar reside en la sensación de plenitud que deja, más que en cualquier temor a perder algo. A lo largo de mi trayectoria profesional, han sido incontables las ocasiones en las que he brindado ayuda sin esperar nada a cambio, y siempre, de manera casi mágica, las respuestas y soluciones que he necesitado han llegado a mí a través de alguien que me tendió su mano.
Seamos puente, seamos la persona que nos gustaría encontrar cuando necesitemos apoyo. Al dar sin reservas, nos engrandecemos y creamos un mundo donde la generosidad y la colaboración son la base del verdadero éxito.
(*) Mónica Caruso, líder transformadora con 20 años de experiencia, experta en marketing, ventas y transiciones generacionales. Destaca por su enfoque humano, visión de crecimiento en equipo y liderazgo inspirador en el sector eléctrico.